
"Oye, pero si es simpática y todo..." ;
"Fíjate, de cerca no parece tan tonta..." ;
"Pues para mí que es una estirada, no hay más que verla."
"Fíjate, de cerca no parece tan tonta..." ;
"Pues para mí que es una estirada, no hay más que verla."
Sospecho que nunca llegamos a conocernos realmente y menos aún logramos conocer la opinión del resto de las personas sobre nuestro carácter y personalidad.
Nosotros, los tímidos, los que vamos por la vida con la incómoda carga de este estúpido defecto, los que como yo, al entrar en un recinto lleno de personas, tienen que respirar hondo, colgarse una sonrisa trémula y recital mentalmente algo así como "vamos, no te cortes, adelante, tú puedes" sufrimos una doble maldición.
Por un lado, lo pasamos muy mal ante el simple hecho de tener que saludar o dirigirnos a alguien y, por otro, al no ser muy hábiles en tal empresa, nuestra timidez acaba confundiéndose con frialdad, antipatía e incluso soberbia.
Llegada la edad adulta, a uno le producen timidez ciertas cosas y otras no. Cada cual tiene su momento de rubor incontenible y la timidez, mucho me temo, es una enfermedad crónica: no se cura, ni siquiera se mejora, pero uno sí puede buscar situaciones que no le resulten embarazosas y que le permitan exponer su mejor "yo". Lo más que se logra es pergeñar algunos trucos para que no se note tanto...
Así que, si alguna vez me encuentro con alguno de ustedes y no me lanzo a sus brazos como un político en campaña electoral, por fabor, no me lo tengan en cuenta, no es soberbia, sino, simplemente, timidez estúpida!
Nosotros, los tímidos, los que vamos por la vida con la incómoda carga de este estúpido defecto, los que como yo, al entrar en un recinto lleno de personas, tienen que respirar hondo, colgarse una sonrisa trémula y recital mentalmente algo así como "vamos, no te cortes, adelante, tú puedes" sufrimos una doble maldición.
Por un lado, lo pasamos muy mal ante el simple hecho de tener que saludar o dirigirnos a alguien y, por otro, al no ser muy hábiles en tal empresa, nuestra timidez acaba confundiéndose con frialdad, antipatía e incluso soberbia.
Llegada la edad adulta, a uno le producen timidez ciertas cosas y otras no. Cada cual tiene su momento de rubor incontenible y la timidez, mucho me temo, es una enfermedad crónica: no se cura, ni siquiera se mejora, pero uno sí puede buscar situaciones que no le resulten embarazosas y que le permitan exponer su mejor "yo". Lo más que se logra es pergeñar algunos trucos para que no se note tanto...
Así que, si alguna vez me encuentro con alguno de ustedes y no me lanzo a sus brazos como un político en campaña electoral, por fabor, no me lo tengan en cuenta, no es soberbia, sino, simplemente, timidez estúpida!
(Carmen Posadas)
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