Era la última Hada que vagaba por aquel mundo de fantasía, se sentía sola y llena de tristeza. La única compañía que tenía era la de su reflejo en el estanque mágico y en cada lágrima que la ahogaba todos y cada uno de los días que solitaria allí pasaba.
De tanta pena consiguió que su tristeza se trasmitiese, en cada partícula de aire, por todo el lugar. Las flores se marchitaron, los seres extraordinarios desaparecieron y cualquier muestra de vida se desintegró. El mundo de fantasía parecía cada vez más un mundo tenebroso y sombrío. Eso no hacía más que ahogar a esa bella Hada en su propia pena.
Nada ya le quedaba, incluso su reflejo comenzaba a desvanecerse. Sus propias lágrimas distorsionaban la imagen que se creaba en el estanque cuando ella se asomaba.
Un día cualquiera, sin nada ya que perder la invadió la curiosidad de ver que habría en el mundo real. Colgó sus alas, las guardó y salió corriendo hacia aquel paraje llamado realidad. Deambuló durante un tiempo entre las calles evitando males en su interior. Aquel mundo le parecía incluso peor que el que había dejado atrás. Veía multitud de individualidades. Un lugar repleto de gente sola, como ella. Asique decidió dejar de andar, abandonar su vida, dejarla en manos del destino… Con suerte una de las noches que cerrase los ojos no volvería a abrirlos jamás, muriendo así la única Hada que existía, un Hada que ni ella creía en sí misma.
El miedo una de las noches no la dejaba dormir y sentada a la orilla de un río vio que justo al otro lado alguien intentaba coger con las manos las estrellas reflejadas en el agua. Ver que esa persona no paraba de intentarlo, ver como ese ser se dejaba la piel una y otra vez por conseguir una sola de las estrellas que desaparecían al tocar el agua la removió por dentro y salió a su encuentro para mostrarle que había un lugar justo encima de su cabeza del cual provenían esas figuras luminosas, se acercó y le hizo levantar la cabeza. Mientras ese alguien observaba el firmamento, el Hada descolgó sus alas y se las entregó para que pudiese alcanzar las estrellas, pero…
…esa persona notó que algo centelleaba dentro de ese cuerpo que le había abierto los ojos, se dio cuenta de que tenía una gran estrella justo delante suya, y que lo que parecía inalcanzable, todo aquello que cada noche salía a buscar al río inexplicablemente lo había hallado en ese ser tan peculiar y especial, ignorando que fuese un Hada.
Fue así como un alma solitaria encontró su estrella, fue así como la última Hada encontró su ángel alado, una noche cualquiera en un mundo real, donde lo más mágico que había entre los dos era lo único impalpable, su amor.
Inés*
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