Te idealizo.
Te planeo, te proyecto como se organiza un viaje unidireccional, con un plano lleno de cruces en todas las calles que de antemano he pisado contigo, en la realidad o en sueños (sin ser tú consciente hemos paseado con correa a mi hueco del estómago, a mi necesidad continua de huidas a cada oportunidad que tengo de advertirme más incapaz de huir de mí misma, rindiéndome de esta suerte a la certeza).
Te percibo como al ídolo que escribió mi mejor libro de cabecera, como aquel que hizo magia redibujando una sonrisa en mi cara.
Te agiganto como un cartel de una de esas casas aun sin construir, perfectas con niños corriendo y piscinas azules sin cloro.
Te exagero como se exagera un anuncio de parada de autobús con propaganda de detergentes que hacen magia a ropa sin estrenar.
Te acomodo entre dos ideas;
Te acoplo entre los pocos huecos que aún me quedan libres, en un pedazo de la imaginación que en otro tiempo presumió de desahogo espacial, donde la ventana siempre está abierta para que no dejes de arrojar piedras por si un día, sin querer, te hago llorar y nos hundimos los dos.
Te idealizo como a un genio muerto, como se idealiza la vida de alguien que sonrie con 60 dientes impecables.
Como lo hace cualquiera que se enamora de un personaje, olvidando que hay un actor detrás.
Como a las revoluciones, creyéndote el milagro político que lo cambiará todo.
Te hiperbolizo como al amor eterno, cuatro manos arrugadas que sigan acariciándose entre cuatro paredes repletas de recuerdos intensos.
Como idea, eres una de las más bonitas que tengo. Como sueño y realidad, la más veraz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario